Historia de Marisa: entrenar para agradar, hasta por fin elegir dejar de negarse a sí misma
Marisa tenía 53 años, dos hijos adolescentes y una sensación persistente de estar “fuera de tiempo”. Se sentía agotada, exigida y arrastraba una culpa sorda por no llegar a todo. Venía a entrenar dos veces por semana, aunque no era solo su cuerpo lo que buscaba moverse.
Estaba casada con un hombre de ocho años menor, al que admiraba profundamente. Miguel tenía un cargo político, un alto nivel socioeconómico y una vida que, desde afuera, parecía impecable. Ella lo respetaba. Lo valoraba. Lo envidiaba, incluso. Y muchas veces decía que se sentía afortunada de haber “podido estar con alguien así”.
Pero detrás de esa admiración se esconde una herida: Marisa se comparaba con su yo del pasado. Se miraba en fotos antiguas y deseaba volver a ese cuerpo, a esa versión. Aunque sabía racionalmente que era imposible, su exigencia era implacable. Entrenaba buscando una mirada. Un gesto. Un “te veo” que nunca llegaba.
Carlos viajaba constantemente. No había intimidado entre ellos. Y Marisa, en silencio, iba apagándose, invirtiendo toda su energía en volver a ser “deseable”.
Hasta que un día, dos años después de conocernos, me escribió para contarme que él la había estado engañando con otra mujer. Que se iban a separar. Y que dejaba el entrenamiento.
No era solo una despedida del ejercicio. Era una pausa para reencontrarse con algo que llevaba años negándose: ella misma.
Moraleja Cuando tu valor depende de que alguien más te mire, terminarás perdiéndote de vista. El cuerpo no necesita recuperar una versión antigua. Necesita habitar una nueva, tuya y solo tuya.
💭 ¿Y si dejaras de entrenar para gustar y empezaras a moverte para habitarte? No se trata de volver a ser quien fuiste, sino de acompañarte en quién estás siendo ahora..
✨ No estás sola. Si estás atravesando una etapa en la que sentís que te perdiste de vista, tal vez sea el momento de empezar a encontrarte. ¿Qué necesitas hoy para volver a habitarte?
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